miércoles, 16 de mayo de 2007

incluso es condenada para la mas alta deidad de nuestra raza humana, el mismo ser supremo llamado Dios, Jehová o Yahvé según la idiosincrasia y credo de cada uno de los habitantes de Israel, ha condicionado esta conducta estipulándola en uno de los primeros códigos que regularon la conducta del hombre en sociedad, la Biblia, precisamente en los diez mandamientos dictándolo por su propia voz a Moisés en el Monte Sinaí.

En este documento Dios dejó asentado en el libro del Éxodo capitulo veinte versículo catorce, que a la letra dice: "No cometerás Adulterio", dejando en claro que esta conducta es intolerable para él, recalcándolo en el versículo diecisiete que reza: "…no codiciaras la mujer de tu prójimo….", asentando que tal vez como lo vemos en nuestra época son los congéneres del sexo masculino quienes cometen esta falta más frecuentemente, aunque no siempre suele ser de esa manera ya que también las mujeres caen en esta conducta aunque en menos ocasiones. La forma en que se castigaba era de una manera tal que pondría a pensar dos veces a alguien que en estos días deseara realizar una conducta adulterina.

Los castigos y penitencias iba desde la expulsión de las comunidades hasta la pena máxima que era la de morir apedreado (o apedreada), además del escarnio público, es en la Biblia donde podemos encontrar un relato que nos ilustra esta situación, en el cual Jesucristo es quien absuelve a una mujer de este pecado además de defenderla de la muchedumbre diciendo "…quien esté libre deLa penalidad con respecto al adulterio romano fue modificándose con el transcurso de los años. En los tiempos primitivos romanos, el marido si constataba que su mujer había cometido la infidelidad conyugal, podía ser autorizado para matarla. En tiempos de la República, la pena máxima se tradujo en el destierro de la mujer, pero con el paso del tiempo, la corrupción predomino y se establecieron penas más graves. “La Lex Julia de Adulteriis contemplaba el adulterio como un delito perseguible públicamente a petición de cualquier ciudadano y condenaba a los adúlteros con la Relegatio, que consistía en la confiscación, o el destierro de la

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